martes, 4 de noviembre de 2008

La mudanza del corazón



Cambiar de residencia trae consigo un fuerte trajín.
Seleccionar lo que podemos llevar, lo que debemos dejar, lo que se adapta al nuevo lugar, lo que hay que reparar, en fin son tantas y tantas cosas… Y uno encuentra lo que hace tiempo se había perdido, y mira con deseos de llevarse lo que le trae algún recuerdo, piensa en todo lo que pasó y la madeja de recuerdos que quedan y no sabe que sensación extraña siente. De un lado dejar todo lo que significó tanto y por tanto tiempo y de otra la idea no precisa de ese lugar a donde llegaremos, desconocido, sin amigos con sus calles diferentes, la gente que te mira como extraño y hasta parece que el cielo que cubre tu cabeza tiene otro azul, y a las flores se le han desteñido sus colores...pero comprendemos que son inevitables los cambios y que no es otra cosa sino el temor a lo desconocido.

Pero hay otra mudanza y es la del corazón, quizá la más importante. Allí hay tantas habitaciones que se han ido ocupando:...la de los hermosos recuerdos, del amor, de las ilusiones, de la esperanza, de la superación, de la amistad, de la ternura, de la fe, también la de los recuerdos no gratos y una que no quisiéramos abrir que es la del miedo, pero esta habitación hay que abrirla y sacar ese huésped para dar entrada a otro que es la valentía. Por eso hemos de revisar lo que debemos dejar, para no cargar con pesados equipajes.

Desecharemos así lo que pese para nosotros, lo que nos cause daño.
Cerraremos un ciclo y llevaremos liviano nuestro corazón para llenarlo de nuevo. Dejaremos el miedo para reemplazarlo por el valor.

¿Qué nos llevaremos? Lo que se incrustó en nuestro corazón y de lo que no podemos separarnos porque forma parte de nuestra vida misma, el amor, las ilusiones, las esperanzas, los deseos de superación, los amigos, la ternura, la fe y, sobre todo, la confianza para afrontar los nuevos retos que la vida nos presenta.

Para adaptarnos tendremos que mirar todo con ojos de optimismo y sacar de la paleta los mejores colores para pintar ese nuevo paisaje que nos regala la vida.

Quizá después de un tiempo sentiremos que mereció la pena el cambio y ya las calles no serán diferentes, ni la gente te mirará como extraño. Nos daremos cuenta que estábamos equivocados, porque el cielo tiene el mismo azul y las flores tienen los mismos hermosos colores.

Nelly Guerrero