sábado, 13 de abril de 2013

“Doncella de Deiar”



Fue hace ya muchos años atrás,
en otro tiempo, en algún lugar,
entre el acantilado del diablo
y la orilla del mar.
Era una tarde de frio invierno,
el más duro y crudo
que se pueda recordar.

Un agrio y parco marinero,
que a fuerza de malos recuerdos
el tiempo se encargo de moldar.
Camina tranquilo por la costa de Deiar
con una botella de vino
y mucho dolor que aplacar.

El frio, el vino, los recuerdos
que no se van,
de un joven marino
y la doncella de Deiar.
Fue tan grande su pasión
que el amor no alcanzo
y desde el cielo,
un ángel codicioso
les envió una maldición.


Serafín de alas blancas
querubín de conciencia oscura,
que lloras de rencor en las alturas.
Tú que por deseo has corrompido
el amor más grande que ha existido.

Una noche clara y tibia,
de suave brisa primaveral,
se urdió el fatídico plan
en los pasillos del paraíso.
¡Oh! Ángel que no has podido
dominar tu oscura pasión.
A cupido has elegido
para consumar tu retorcido dolor.

Descendió  cupido a hurtadillas,
cubierto por una sombra fantasmal.
En el límite del mar
se presentó a la doncella
agazapado en una nube,
disparo una fría flecha,
Mortal mensaje dejo
y le rompió el corazón.





Una horda de sumisos serafines,
la arrebataron del amor.
Atrapada quedo la doncella
en una tétrica galera,
condenada por amar
más allá de la pasión.

¡Oh! Ángel que inútil proceder
pretender que con tu acción
se romperán los enlaces del corazón.
Tu que eras el más virtuoso
en la bóveda celeste,
te has convertido en cruel emisario
de la mas terrible muerte.

El cielo le ha arrebatado
algo más que el amor de su prometida.
Ya la luna nunca brilla
y las noches se vuelven pesadilla.
Sentado frente al mar
bebe un sorbo de vino,
alcohólico sentimiento
en esta noche final, llega desde el recuerdo
su dulce y tierna amada
y lo lleva a su morada
un sepulcro bajo el mar…