Nuestros
padres nos dieron la vida natural del cuerpo, pero Dios nos da el alma y nos
destina, además, a una vida sobrenatural; nacemos privados de ella por el
pecado original, heredado de Adán.
El
bautismo borra el pecado original, nos da la fe y la vida divina, y nos hace
hijos de Dios. La Santísima Trinidad toma posesión del alma y comienza a
santificarnos.
Según el
plan de amor del Señor,