viernes, 25 de julio de 2008

Más que un "diario"



Abro el armario en busca de " Las buenas conciencias " de Carlos Fuentes, para leer este libro no sé si por quinta vez o más desde que lo tuve en mis manos, pero me distrae un estuche donde guardo algunos recuerdos. Lo tomo. Entre fotos y detalles, veo un cuardenillo verde con espiral metálico y comienzo a leer mi diario. Mi abuelo, mi prima y yo, fuimos al sur de España. Comienzo a escribirlo el primer día del viaje. Año de 1985 y a más de veinte, me emociono por las descripciones que hacía cada noche y que hoy me han hecho recordarlo todo.

Noto buena redacción, fresca por cursar en ese entonces el colegio. Letra redonda, firma y fecha. Cronología y detallado itinerario, agregando lo que supongo leía en las guías y reproducía entre mis propias líneas. Análisis de compañeros de tour, estado del tiempo, menú de tres comidas, breve historia y lo que mi chispa adolescente captaba de las explicaciones al grupo. Todo un compendio que puedo ilustrar con las fotografías que también he visto. Y sigo riendo, porque tomadas con cámara manual, mi terrible peinado ochentero, bisutería exótica de moda y franca sonrisa, mi prima me hace algunas de rostro y gracias a que al reverso anoté explicación, puedo recordar dónde estábamos. Qué desperdicio, La Alhambra en pleno, y se nos escapó del recuadro. Y como esta, toda una serie más.

También me aparecen sobres de azúcar con el nombre de los hoteles, entradas a los museos, timbres postales, folletos, envolturas de chocolates, cajas de cerillos, agitadores de bebidas, paquetes de toallitas para manos, etc. Nunca adiviné que esos tesoros guardados a manera de recuerdos al detalle, me conmovieran.

Por supuesto si hoy tuviese la fortuna de hacer el mismo viaje, ya no sería la misma Sevilla, ni Granada o Córdoba. Entonces recuperaría la oportunidad de fotografiar digitalmente lo que en su momento no percibimos, cada espacio maravilloso que a más de dos décadas conservará aún esa magia que mis ojos adolescentes admiraron. La tecnología ocuparía un gran protagonismo en el viaje, pero puedo asegurar que volvería a escribir manualmente un diario. Y si bien ya no llenaría una mochila con papelitos, sobres ni envolturas de caramelos, los recuerdos serían más intensos, por la madurez e importancia con que la vida te hace apreciar las cosas.

Cada época de nuestra historia posee su particular encanto y me parece fabuloso aprender de los momentos y poder mirar atrás en el tiempo notando que evolucionamos y que somos producto de lo que día a día nos vamos construyendo. Conservemos nuestros recuerdos materiales como en cápsula del tiempo para que sea abierta en unos años más. Hablaremos entonces del valor de haberlo hecho.

Tere García Ahued.