jueves, 2 de octubre de 2008

Laguna de El Salado.






















Luego de algunos minutos de espera partimos desde el parquecito de Los Tanques. Debíamos recoger a los dos técnicos de CORPONOR quienes adelantarían la guía.






Los nueve estudiantes de cuarto y quinto, en su mayoría puntuales, llegaron con sus acompañantes, otros prefirieron vivir la aventura sin acompañante familiar.












¡Uy, por fin!. Claro, esta salida la planeamos desde el año anterior, pero por diversos motivos se había aplazado en tres oportunidades.












Ya en carretera cada quien aprovechó para empezar a saborear esta salida. Algunos conversaban de sus temas predilectos, otros, improvisaban juegos de palabras y otros observaban el paisaje.












Por Chitagá pasamos sobre las ocho y cuarto de la mañana y considerando que no había necesidad de detenernos continuamos hacia Presidente.












Desde este corregimiento el bus tomó un carreteable que más parecía un camino de herradura por el que finalmente llegamos a una casa que sirve como punto de recepción de la reserva.












Unos pasos apenas y el fabuloso espectáculo que habíamos esperado durante meses: la laguna de El Salado. Impresionante. El espejo ondulado algo oscuro bajo el cielo gris y en medio de las montañas de figuras extrañas. Una llovizna pertinaz y el frío con olor a frailejón.












Con un técnico de CORPONOR y otro funcionario emprendimos el camino a una segunda laguna que está ubicada sobre la montaña desde donde se descuelgan cuatro cascadas.






Aparentemente un territorio algo poblado de arbustos y no demasiado empinado. Sin embargo, al encontrarnos en medio de ese espacio la realidad fue otra. Enmarañados parajes cuyo piso eran riachuelos y pantanos y una pendiente agreste que desanimaría a los más osados.












A medio camino se unió a nuestra aventura don Marco Díaz y Víctor Suescún. El primer explorador pronto abandonó el empeño y entonces fuimos los tres quienes nos propusimos llegar a la segunda laguna.












La verdad. Difícil y sólo alcanzamos a estar al pie de las cascadas. retornamos con algo de sabor de derrota pero el tiempo apremiaba y el grupo nos esperaba.












Inconvenientes: los suficientes como para darle a nuestra experiencia el tinte absoluto de aventura. entre los cuales registro cuatro varadas del bus HI que nos patrocinó el deseo de hacer un sueño realidad.






Pero todo se puede superar si hay verdadera voluntad y se tiene la fe necesaria para derribar montañas.












A Pamplona retornamos a las seis de la tarde. Cansado, pero felices.