jueves, 2 de octubre de 2008

Los otros estudiantes.


Orlando estudió hasta quinto nivel. Sus padres dicen que por el problema de salud del niño no pudo seguir estudiante. Bueno, es la razón de ellos.

Él cuando estuvo en la escuela presentó algunos inconvenientes de salud que fueron diagnosticados como epilepsia. Desde un conocimiento mínimo se sabe que no es contagiosa ni está causada por ninguna enfermedad o retraso mental. Alguna vez debí llevarlo a urgencias del Hospital local. De allí fue remitido a Cúcuta.

Pero lo que entiendo es que una persona con esta afección neurológica puede cumplir con un plan de estudios como cualquier otra persona que esté sana.

Pero Orlando se fue. Con algunos cuadernos a medias y la promesa de seguir leyendo cuentos. Y que de vez en cuando pasaría para compartir sus trabajos.

NO volvió. El entorno familiar y social afectan y terminan determinando comportamientos y actitudes y llevando a asumir decisiones que muchas veces no está cerca a la voluntad de los protagonistas.


Pero Orlando va al pueblo o retorna de él y se acerca para saludar. Una risa grande y generosa lo hace ver como el niño que conocía y que se retiró a mediados del curso quinto. Ha crecido y se dedica a las labores del campo. No hemos vuelto a hablar de cuadernos ni de libros.

En esos encuentros hablamos de la lluvia, del sol, de los cultivos y de que algún día escribirá cuentos. Cuentos sobre la escuela que mira como una postal regalada hace tiempos.

-Bueno, me voy, porque tengo que trabajar. Otro día hablamos, no?

Y mi respuesta es recibir su mano para despedirme e impulsarlo para que este camino de la vida sea más suave y la cuesta que lo lleva su casa blanca sea menos inclemente.