miércoles, 19 de noviembre de 2008

La batalla interior



Creo que me estoy convirtiendo en un hombre gris, pero aún estoy rodeado de motivos pop, almíbar de los sesenta, hippies, estampados azules, remendados de payaso, retinas irisadas de amor, almas de tejido femenino… ventanas para ser feliz de cualquier modo.

Cuando el nublado de marzo mayea en los cielos que me limitan, un río vertical de bálsamos grises pretende incorporarse al misterioso tráfico que circula por mi organismo. La ilusión que brota sobre mi ánimo como brotan los segundos en un reloj, el tesoro de mi voluntad, mis ganas de vivir, todo se está impregnando, ajeno a mí, de los cirros y cúmulos del desaliento. Pero aún conservo los paragrises que he ido almacenando en la longitud de la vida, los impermeables para la tristeza –intristeables se llaman-, que descansan en los armarios de mi alma.

Me niego a ser un hombre gris. Prefiero ser la púrpura sombra de una mujer embarazada bajo un árbol pleno de cerezas. La oscuridad esperanzadora de un túnel uterino.

Sé lo que voy a hacer: voy a disparar con la mirada y el grito, los soles y la clorofila verde que me dieron en el amor, para ahuyentar la podredumbre de los nubarrones que quieren envolverme con el empuje de un viento fatal.


PEDRO PABLO DÍAZ ESPADAS