viernes, 7 de septiembre de 2012

“El Fantasma de Isadora” (El Pacto)

El Pacto


Dando coraje a mi carácter, con la razón perturbada,
de súbito en pie estaba, decidido a enfrentar su figura espectral,
camine con decisión, mis ojos se perdían en una profunda oscuridad,
que envolvía la habitación, estaba aquí, estaba allá,
su sombra cubría cada rincón de mi lar, en cada movimiento
desprendía de su aura, destellos de antracita ardiente,
por un instante toque su toga con mi dedos,
sentí el ardor del fuego en mis manos y el frio hielo de sus dedos...

Ya en paz conmigo mismo, doy tregua a mi pavor,
le ofrezco tomar asiento a un costado de la chimenea,
se desliza sutilmente, por el borde del despacho,
con majestuosa finura y delicada feminidad,
ajusto su figura en una antigua mecedora, frente al ventanal.
Con la estola de fuerte seda, que ceñía a su cuello,
con un aire de princesa, de diosa irreal; Estola de fuerte seda
instrumento de ejecución que volvió lo fugaz en eterno,
el sueño  efímero de vivir, en la realidad suprema de morir...

Inclinado ante ella, olvido mi pesar, mi consecuente tristeza
se vuelve un insensato deseo, de seguir sus pasos,
más allá de esta noche, abandonar la tangible frivolidad,
que me da la luz del día, por vivir en la abundancia
que da la otra vida, vagabundo en las tinieblas,
caballero en la oscuridad, más puro en mi esencia,
solo espectro y nada mas...

Me sorprendo en mi pedido, un deseo natural,
resecado en lo vivido, es hora de aceptar
que este mundo me es prohibido;
Es bueno precisar que nunca hubo buen tiempo,
nunca pude disfrutar, la trivial compañía
de mis semejantes,  aunque no soy nada especial,
solo Isadora fue digna de admirar,
cuando en el templo de minerva,
sus restos fueron a dejar.
El mundo la olvido, mas yo nunca deje de rememorar
su presencia, su estampa de Diosa terrenal,
con cinceles de acero y plata, se tallaron en mí su sonrisa,
su ojos de azul profundo, sus manos delgadas, su pálida mirada...


Mas ella ahí sentada, me miraba fijamente, inmóvil,
como esfinge de porcelana,
De pronto aquieto mis tribulaciones, con una escueta sonrisa,
y retumbaron en mi testera sus melodiosas palabras:
"Ya otros antes me han amado, prometido mil acciones,
más al despuntar la aurora, solo he sido un recuerdo
y nada más"...

Sus palabras desafiaron todo mi sentir, insultado en mi amar,
respondí sin vacilar:
"Puedes dudar de mis palabras, la lengua nunca es sabia,
para expresar tanto sufrir, puedes dudar de mis acciones,
la carne con los años suele ser débil.
Mas nunca dudes de mi corazón, si llegase a ser traidor
del amor que profeso, que me pudra en la miseria,
de nunca poder olvidar, si mezquinamente ignoro
todo lo que siento por vos, que el demonio de la locura
me arrastre a una vil muerte y aun bajo suelo,
me atormente tu recuerdo, si soy indigno de tus ojos,
que sea indigno del amor, por toda la eternidad..."


Mi acompañante nocturna, alzo su fantasmal figura,
su mirada me invitaba, sus manos me guiaban
de súbito movimiento alzo mi cuerpo en los aires,
sometido a su deseo, yo levitaba en los cielos,
de corazón cobarde como soy, ahí al borde de la cornisa,
quede sujeto a sus más oscuros deseo.
Curiosa su mirada auscultaba, mis sentimientos,
superados los miedos, la cobardía se vuelve valor,
cuando se enfrenta con determinación el deseo y la pasión.

Otro impetuoso movimiento me hundía entre sus sombras,
sus brazos, sus manos, toda su piel era como seda,
la noche no era impenetrable, el cielo se volvía
de fantasiosos colores, el tiempo se detenía,
la vida no tenía valor, espiraban los recuerdos,
todo era presente Isadora:
la agraciada, la traviesa, la nefasta, lúgubre Isadora.